jueves, 5 de febrero de 2015

Martes 13.

Suena el despertador. Y sigue sonando. Y sabes que será un día gris, que las nubes no dejarán que el Sol llegue a tu alma. Estás deseando que ya acabe ese día que no ha hecho nada más que empezar. Sales a la calle con el pie izquierdo, y empieza a llover, y justo es el único día que llevas el pelo liso, pero te da igual, asimilas que hoy no es tú día.
No paran de preguntarte que que te pasa, y pones como excusa un resfriado. Quieres llegar a casa. Quieres llegar. Quieres llegar. Llegas. Llegas y te encuentras la comida que jamás te querrías encontrarte un día como hoy. Vas al baño, y sin querer cruzas la mirada con el espejo, ese objeto que anima tanto unas veces, mientras que otras te hunde mucho más. ESTAS HORRIBLE. 

Encima, te tengo lejos, exactamente a 29,6 km de mi. Tal vez no es tanto, pero a mi se me pasan eternas las semanas sin verte, se me quitan las ganas de todo. De todo, menos de hablar contigo, claro. Espero que llegue el fin de semana como cualquier niño espera que llegue el día 6 de enero. Con entusiasmo, con ganas de desenvolverte poco a poco como un regalo. Mejor dicho, como el regalo que eres para mi. 

Un día tal y como hoy, un día tal y como un martes 13. 





                                               Un martes 13, pero sin serlo.




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